Cada Página de Acharia es una Enseñanza
 
ARTÍCULO DE INTRODUCCIÓN A LA OBRA FAMOSA DE:
NYANAPONIKA MAHATHERA:
EL CORAZÓN DE LA MEDITACIÓN BUDISTA 
 
 
 
 
Enviado por nuestro amigo y compañero Alberto Tenaglia y sacado de la Revista Despertar.
 
 
 
Este libro que hoy presentamos es sin duda alguna, una de las guías más precisas que jamás se hayan escrito sobre el tema, un fenomenal manual para aproximarse y comprender lo más nuclear de la enseñanza del Buda.
 
Debo decir, sinceramente, que esta obra no debería faltar entre aquellas de habitual lectura no sólo del que simpatiza por el budismo, sino de todo buscador de lo Inefable. Como dice el mismo autor, “una persona sincera puede conseguir mucho progreso en su esfuerzo solitario si está vigilante y es sincera su práctica”. Esta obra es un fiel compañero en la búsqueda y pone en nuestras manos el fiable método que mostró el Buda para alcanzar la plena libertad interior.
 
Erich Fromm, en sus escritos sobre la Meditación, se refiere numerosas veces a Nyanaponika y su obra “El Corazón de la Meditación Budista” y, aunque se confiesa abiertamente no budista y se mantiene en su posición de recalcitrante psicoanalista, empero se deshace en elogios sobre la obra y el método, que, por otro lado y fuera tópicos, son realmente merecidos.
 
Cualesquiera sean las creencias espirituales que uno profesa o como si ninguna de ellas se profesa, todo ser humano puede hallar en el método meditacional y en el desarrollo de la atención mental, un válido y muy fiable instrumento para modificar los viejos y perniciosos modelos de conducta mental y reestructurar la mente a un nivel más cuerdo y saludable, superando los esquemas indeseables. El camino de la atención mental pura, tan insuperablemente mostrado por el Buda, está al alcance de cualquier persona y colabora eficazmente a disipar la ignorancia de la mente, esa que tanto sufrimiento propio y ajeno engendra.
 
El propósito de estas páginas es llamar la atención hacia el profundo y extenso significado del «Camino de la Atención» del Buda (Satipatthána), y proporcionar una guía inicial para la comprensión de estas enseñanzas y su aplicación práctica.
 
Se publica este libro con la profunda convicción de que la práctica sistemática de la Recta Atención, tal y como la enseña el Buda en su Sermón sobre el Satipatthána, sigue hoy día proporcionándonos el método más simple y directo, el más profundo y eficaz, para el entrenamiento y desarrollo de la mente para alcanzar sus empeños y problemas diarios y también su meta más alta: la total liberación de la mente propia de la Codicia, el Odio y la Ignorancia.
 
Las enseñanzas de Buda nos ofrecen una gran variedad de métodos de entrenamiento mental y sujetos de meditación acomodados a las variadas necesidades, temperamentos y capacidades individuales. Todos estos métodos convergen fundamentalmente en «El Camino de la Atención», a la que el mismo Maestro llamó el «Único Camino» (Camino exclusivo, ekáyano maggo). El Camino de la Atención puede, por tanto, ser llamado con justicia «El Corazón de la meditación budista» e incluso «El corazón de toda la doctrina» (dhamma-hadaya). Este gran Corazón es de hecho el centro de todos los flujos sanguíneos que circulan por todo el cuerpo de la doctrina (dhamma-káya).
 
Este antiguo Camino de la Atención es tan practicable hoy como lo fue hace 2.500 años. Se puede aplicar tanto en Occidente como en Oriente; en medio de una vida agitada tanto como en la paz de una celda monacal.
 
La Recta Atención es, de hecho, la base indispensable para el Recto Vivir y el Recto Pensar, en todas partes, en cualquier momento y para todo el mundo. Su mensaje vital es para todos, no sólo para los seguidores confirmados del Buda y su Doctrina (Dhamma), sino también para todos aquellos que se esfuerzan en dominar la mente, que tan difícil es de controlar, y que honestamente desean desarrollar sus facultades latentes de una mayor fuerza y una mayor felicidad.
 
Nos infunde ánimos comprobar el creciente interés por la meditación tanto en el Este como en Occidente y que proviene, al menos en parte, de una genuina necesidad interior. Esperamos que el presente libro sea útil a muchas personas y en muchos lugares que deseen desarrollar el potencial de la mente humana para una mayor calma y fortaleza, para una conciencia más penetrante de la realidad y, finalmente, para una total liberación de la Codicia, el Odio y la Ofuscación.
 
Un mensaje de ayuda
 
En la época actual, y tras dos guerras mundiales, la historia parece repetir su lección a la humanidad en voz más alta que nunca, porque la turbulencia y el sufrimiento que, lamentablemente, son por lo general equivalentes a la historia política, van afectando, directa o indirectamente, a un sector cada vez más amplio de la humanidad. Y, sin embargo, no parece que estas lecciones se estén aprendiendo mejor que antes. Para una mente atenta, un hecho aún más impresionante y desgarrador que todos los numerosos ejemplos singulares de sufrimiento producidos por la historia reciente es la extraordinaria y trágica monotonía de conducta que inclina a la humanidad a prepararse otra vez para un nuevo asalto de esa delirante locura llamada guerra. El mismo viejo mecanismo está en marcha otra vez: la interacción de la codicia y el miedo. El ansia de poder o el deseo de dominar son apenas refrenados por el miedo: El miedo a los instrumentos de destrucción, enormemente perfeccionados por el mismo hombre. Sin embargo, el miedo no es un freno muy seguro para los impulsos del hombre y envenena constantemente la atmósfera, creando un sentimiento de frustración que de nuevo atizará las llamas del odio. Pero los hombres siguen sin hacer más que atender futilmente a los síntomas de su enfermedad y permanecen ciegos a las fuentes de la misma, que no son otras que las tres potentes Raíces de todo lo Pernicioso (akusala—múla) señaladas por el Buda: codicia, odio y ofuscación.
 
A este insano y verdaderamente demencial mundo nuestro le llega una antigua enseñanza de sabiduría eterna y guía segura: el Buda—Dhamma, la Doctrina del Iluminado, con su mensaje y su poder de curación; llega con la seria y compasiva, pero tranquila y discreta pregunta de si, esta vez, las gentes del mundo estarán dispuestas a asir la auxiliadora mano que el Iluminado ha extendido a la humanidad sufriente a través de su enseñanza intemporal. O ¿esperará el mundo otra vez hasta conseguir que se desencadene una nueva y aún más horrible prueba que puede muy bien acabar en el ocaso definitivo, material y espiritual de la humanidad?
 
Las naciones del mundo parecen irreflexivamente dar por sentado que sus reservas de fuerzas son inagotables. Contra tan injustificada creencia está la ley universal de Impermanencia, el factor del Cambio incesante, que con tanto vigor enunció el Buda. Esta ley de impermanencia incluye el hecho mostrado por la historia y la experiencia diaria, de que las oportunidades exteriores para la regeneración material y espiritual, así como la fuerza vital y la preparación interior necesarias para ello, nunca son ilimitadas, ni para los individuos ni para las naciones. ¡Cuántos imperios tan poderosos como los actuales no se han desmoronado y cuántos hombres, a pesar de su arrepentimiento y «buenas intenciones», han tenido que enfrentarse a un implacable «Demasiado tarde»! Nunca sabemos si no será este preciso instante o esta presente situación la que nos abre las puertas de la oportunidad por última vez. Nunca sabemos si la fuerza que todavía sentimos latiendo en nuestras venas, aunque débil, no será la última capaz de sostener nuestra lamentable situación. De aquí que este preciso instante sea el más precioso. «¡No dejes que se te escape!», advierte el Buda.
 
El mensaje del Buda llega al mundo como método eficaz de ayuda para los problemas y aflicciones del día presente y como cura radical para el siempre presente Mal. En la mente del hombre occidental puede surgir la duda de cómo puede ayudarle en sus problemas actuales una doctrina del lejano y extraño Oriente. Y habrá incluso en el Oriente quien se pregunte cómo palabras dichas hace 2.500 años pueden tener aplicación en nuestro «mundo moderno», salvo en un sentido muy general. Aquellos que alegan la distancia en el espacio (queriendo con ello, en realidad, significar diferencias de razas) deben preguntarse si Benares es realmente más extraña a un ciudadano londinense que Nazareth, de donde surgió una enseñanza que ha llegado a ser parte familiar e importante de la vida del mismo ciudadano. Deben también admitir que las leyes matemáticas, establecidas hace largo tiempo en la lejana Grecia siguen teniendo hoy la misma validez, tanto en la Gran Bretaña como en cualquier otra parte. Son precisamente esos objetores los que deben considerar el gran número de factores básicos de la existencia que son comunes a toda la humanidad, ya que éstos, de los que habla sobre todo el Buda, que objetan la distancia en el tiempo, recordarán, sin duda, muchas palabras de oro de sabios y poetas muertos hace mucho tiempo, que pulsan cuerdas tan profundas y afines en nuestros propios corazones que nos hacen sentir muy vívidamente en vivo e íntimo contacto con aquellos grandes hombres que dejaron este mundo hace mucho tiempo. Tal experiencia, contrastada con el insensato parloteo «de actualidad» de la sociedad, la prensa o la radio, comparada con aquellas antiguas voces de sabiduría y belleza, parece emanar del nivel mental del hombre de la edad de piedra aderezado a la moda de hoy. La verdadera sabiduría es siempre joven y está siempre al alcance de una mente abierta que se ha esforzado por ponerse a la altura y se ha ganado la oportunidad de escucharla.
 
En la doctrina budista, la mente es el punto de partida, el punto focal y también, en la mente liberada y pura del Santo, el punto culminante.
 
Es un hecho significativo y digno de detenida consideración que la Biblia comience con las palabras: «En el principio, Dios creó el cielo y la tierra», mientras que el «Dhammapada», uno de los más bellos y populares textos de las escrituras budistas, comienza con las palabras: «La mente precede a las cosas, las domina, las crea» (traducción del Bhikkhu Kassapa). Estas trascendentales palabras son respuestas del Buda, tranquilas y sin agresividad, pero resueltas, a esa creencia bíblica. Aquí se separan los caminos de estas dos religiones: una conduce a la lejanía de un imaginario «Más Allá»; la otra lleva directamente a casa, al mismo corazón del hombre.
 
De aquí que el mensaje del Buda consista precisamente en la ayuda que proporciona a la mente. Nadie salvo él, el Exaltado, ha dado esta ayuda de manera tan perfecta, completa y eficaz. Decimos esto con la debida apreciación a los grandes resultados curativos y teóricos alcanzados por la moderna psicología analítica que, con muchos de sus representantes, particularmente en la gran personalidad de C. G. Jung, han dado un paso definitivo hacia el reconocimiento de la importancia del elemento religioso y la apreciación de la sabiduría oriental. La moderna ciencia de la mente puede muy bien complementar, en muchos detalles prácticos y teóricos, la doctrina de la mente del Buda; puede verter esta última al lenguaje conceptual de la edad moderna, puede facilitar su aplicación curativa y teórica a los problemas del individuo y de la sociedad de nuestro tiempo. Pero los fundamentos decisivos de la, doctrina de la mente del Buda han conservado su plena validez y potencia, no han sido afectados por ningún cambio de época ni de teorías científicas. Esto es así porque las situaciones primordiales de la existencia humana se repiten incesantemente' y los principales hechos de la estructura física y mental del hombre permanecerán sin alteraciones esenciales durante aún mucho tiempo. Estos dos factores relativamente estables —los acontecimientos típicos de la vida humana y la constitución física y mental típica del hombre— deben conformar siempre el punto de partida de cualquier ciencia de la mente humana y de cualquier intento por guiarla. La doctrina de la mente del Buda está basada en una comprensión excepcionalmente clara de esos dos factores y esto le otorga un carácter intemporal, esto es, una intacta validez y «modernidad».
 
Los cuatro objetos de la Atención
 
1 Cuerpo.
2 Sensación.
3 Estado de la mente.
4 Contenidos mentales.
 
Los cuatro objetos de la Recta Atención comprenden el conjunto del hombre y todo su campo de experiencia. Se extienden desde el cuerpo y sus funciones a las sensaciones, así como a los procesos y contenidos de la percepción y del pensamiento. La Recta Atención abarca tanto los aspectos más primitivos como los más elevados de este complejo llamado «hombre»; desde las funciones que posee en común con los animales, por ejemplo, la nutrición y la excreción, hasta las cumbres exaltadas de los Factores de la Iluminación. Volvemos a encontrar aquí el minucioso cuidado que es principio fundamental de este método, junto con su carácter de Camino Medio que, evitando extremismos o exclusivismos, aspira a la plenitud y a la armonía. El trabajo de práctica espiritual recibe así cimientos vastos y seguros, basándose sobre toda la personalidad. Sin tales cimientos puede sobrevenir que de lo que se descuide, menosprecie o ignore vayan creciendo fuerzas antagónicas que puedan perjudicar seriamente o incluso destruir los resultados de un largo esfuerzo espiritual. Al proceder, en cambio, con minucioso cuidado se hará la ruta del progreso interior todo lo segura que se pueda, razonablemente, esperar al emprender una aventura que apunta a tales cumbres. Hay' además diversos conflictos a considerar, aquellos conflictos interiores que consumen tanta energía y son la causa de muchas derrotas en la lucha espiritual: por ejemplo, el conflicto entre la mente que quiere y la carne que no puede, entre la emoción y la razón, etc. Estos conflictos también serán muy reducidos o moderados por la atención equitativa y la sabia comprensión que se le presta a cada lado del conflicto en este método de desenvolvimiento armónico. Hay que empezar por conocer y comprender lo que se trata de dominar, transformar o trascender.
 
Es, pues, necesario que el discípulo de este método cultive las cuatro Contemplaciones u Objetos de la Atención mencionados en el Discurso cada vez que se presenten en la esfera de su experiencia cotidiana. Sin embargo, la práctica meditativa sistemática está centrada (como se verá más adelante) en unos pocos aspectos seleccionados extraídos de la «contemplación del cuerpo», pero los otros objetos de la atención tendrán asimismo muchas oportunidades de ser observados, debiendo entonces dedicárseles plena atención.
 
La Cultura de la Mente
 
Cultura de la Mente y Cultura del Corazón
 
Satipatthána, el cultivo de la Recta Atención, es la cultura de la mente en su sentido más elevado. Pero por el Discurso, y también por lo expuesto anteriormente, algunos lectores pueden quizá tener la primera impresión de que se trata más bien de una enseñanza fría e intelectual, árida y prosaica, que es indiferente a la ética y descuida el corazón. Si bien abrigarnos la esperanza de que el cálido pulso vital que late en el marco sobrio del Satipatthána no habrá pasado desapercibido. Sin embargo, añadiremos algunas palabras en respuesta a tal objeción.
 
La aparente falta de consideraciones éticas se explica por el hecho de que, en muchas otras ocasiones, el Buda habla con la mayor insistencia de la moralidad con base indispensable de todo desenvolvimiento mental superior. Este hecho, bien conocido de todos los discípulos del Maestro, no tiene, por consiguiente, que ser de nuevo mencionado en un Discurso consagrado a un tema especial. Pero agregaremos algunas notas suplementarias para disipar las dudas y responder a las objeciones.
 
La moralidad que regula en nuestro mundo las relaciones entre el individuo y los demás seres humanos debe ser sostenida y protegida por preceptos, reglas y leyes, y además ser susceptible de explicación racional por el buen sentido y la filosofía. Pero las raíces más seguras de la moralidad residen en una verdadera cultura del corazón. En la enseñanza del Buda esta cultura del corazón ocupa importantísimo lugar y encuentra su expresión ideal en los cuatro Estados Sublimes o Divinas Moradas de la Mente (brahma—vihára): Un Benigno Amor, Compasión, Alegría compartida y Ecuanimidad. Un amor benigno, desinteresado y sin límites es la base de las otras tres cualidades y de todo esfuerzo para ennoblecer la mente. Así pues, también en el método del Sa­tipatthána una de las tareas principales de la Atención es la de ve­lar porque ninguna acción, palabra ni pensamiento menoscabe este espíritu de amor benigno e ilimitado (mettá). El cultivo del amor benigno no deberá faltar en el camino del discípulo. «¡Con­servad esta atención (al amor benigno)!», ordena el clásico Mettá, Sutta, el «Canto del Amor».
 
El mundo en que vivimos es, desde luego, complejo por pro­pia naturaleza, pero no hay necesidad de que crezca indefinida­mente su complejidad ni hay tampoco necesidad de que sea todo lo complicado y desconcertante que, lo hacen la torpeza, la igno­rancia, la pasión desenfrenada y la avidez de los hombres. Todas estas malas cualidades, que tienden a acrecentar la complicación de la vida, pueden ser eficazmente contrarrestadas por el entrena­miento mental de la Recta Atención.
 
El Satipatthána enseña al hombre cómo poner fin a toda esta desconcertante complejidad de su vida y de sus problemas, empezando por dotarle de capacidad de adaptación y flexibilidad mentales, así como de reflejos rápidos y apropiados ante situaciones cambiantes, de la «destreza en la aplicación de los medios idóneos» (es decir, la Comprensión Clara de la Idoneidad). Incluso el irreducible mínimo de complejidad de la vida puede también ser dominado en medida razonable mediante la ayuda de la Recta Atención. A tal fin nos enseña cómo tener nuestros asuntos, tanto materiales como éticos, en orden y sin atrasos ni deudas; cómo ganar y manejar las riendas del control; cómo coordinar los numerosos hechos de la vida y cómo subordinarlos a un fin fuerte y noble.
 
Para terminar esta presentación nada mejor que las palabras del propio Buda Shakyamuni:
 

“En verdad, monjes, que aquél que practique estos cuatro Fundamentos de la Atención de esta manera, durante siete años, puede esperar que se produzcan en él uno de estos dos resultados: el Conocimiento Supremo (40) aquí y ahora, o si aún le quedara un resto de apego, el estado Sin Vuelta (41).

Monjes, ni siquiera siete años. Si una persona practicara estos cuatro Fundamentos de la Atención de esta manera durante seis años..., cinco años..., cuatro años..., tres años..., dos años..., durante un año, entonces podría esperar que se. produzcan en él uno de estos dos resultados: el Conocimiento Supremo aquí y ahora, o, si aún le quedara un resto de apego, el estado Sin Vuelta.

Monjes, ni siquiera un año. Si una persona practicara estos cuatro Fundamentos de la Atención de esta manera durante siete meses..., seis meses..., cinco meses..., cuatro meses..., tres meses..., dos meses..., un mes..., durante medio mes podría esperar que se produzca en él estos dos resultados: el Conocimiento Supremo aquí y ahora, o, si aún le quedara un resto de apego, el estado Sin Vuelta.

Monjes, ni siquiera medio mes. Si una persona practicara estos cuatro Fundamentos de la Atención de esta manera durante siete días, podría esperar que se produzca en él uno de estos dos resultados: el Conocimiento Supremo aquí y ahora, o, si aún le quedara un resto de apego, el estado Sin Vuelta.

Por esto se ha dicho: «Este es el único camino, monjes, para la purificación de los seres, para la superación de la pena y las lamentaciones, para la destrucción del dolor y la aflicción, para alcanzar el recto sendero, para la realización del Nibbana: los Cuatro Fundamentos de la Atención.”

Así habló el Bienaventurado. Los monjes acogieron las palabras del Bienaventurado con alegría en el corazón.

 
Tomado de la Revista Despertar