- En la existencia hay cinco grupos; ellos son la Corporalidad, los Sentimientos, la Percepción, la Formaciones (mentales), y la Consciencia.
Cualquier fenómeno corporal, ya sea nuestro o externo, denso o sutil, sublime o vil, o ya sea que esté cerca o lejos, pertenece al Grupo de la Corporalidad; cualquier sentimiento pertenece al grupo de los Sentimientos; cualquier percepción pertenece al Grupo de las Percepciones; cualquier formación mental pertenece al Grupo de las Formaciones; toda consciencia pertenece al Grupo de las Consciencia.
Nuestra llamada 'existencia individual' es en realidad nada más que el simple proceso de esos fenómenos corporales y mentales, que desde tiempos inmemoriales o prehistóricos sucedieron antes del aparente nacimiento, y los cuales también, después de la muerte continuarán por períodos inmemoriales de tiempo.
- Todas las formaciones son transitorias; todas las formaciones están sujetas al sufrimiento; todas las cosas carecen de entidad egótica. La corporalidad es transitoria, los sentimientos son transitorios, la consciencia es transitoria.
- Y eso que es transitorio, está sujeto al sufrimiento; y de eso que es transitorio, y está sujeto al sufrimiento y al cambio, uno no puede decir correctamente: "Esto me pertenece, esto soy 'yo', éste es mi ego."
- Por lo tanto, cualquier cosa que haya en la corporalidad - de sentimiento, percepción, formaciones mentales, o consciencia - ya sea la de uno o la externa, ya sea densa o sutil, sublime o vil, ya sea que esté cerca o lejos, uno debe comprender, de acuerdo a la realidad y a la sabiduría verdadera: "Que este hacedor no me pertenece; que no soy yo; y que este no es mi ego."
- Supongamos que un hombre, que no es ciego, estuviera mirando las burbujas de la espuma que corren sobre el río Ganges; y al mirarlas examinara cada uno de ellas. Después de cuidadosamente inspeccionarlas ellas le parecerían vacías, irreales e insustanciales. En esa misma forma, exactamente, el monje mira todos los fenómenos corporales, los sentimientos, las percepciones, las formaciones mentales y los estados de consciencia - ya sean que estén en el pasado, presente o futuro, lejos o cerca.
- Él las mira entonces con cuidado, y después de examinarlas escrupulosamente, ellas le parecen vacías, nulas y sin Ego.
- Quienes se deleitan en la corporeidad, o los sentimientos, o la percepción, o las formaciones mentales, o la consciencia, se están deleitando en el sufrimiento; y quienes se deleitan en el sufrimiento, no estarán libres de él. Por lo tanto digo:
¿Cómo pueden encontrar delicia y regocijo,
Donde hay destrucción sin final?
¡Están envueltos en la oscuridad profunda!
¿Por qué no buscan la luz?
¡Miren aquí esta marioneta, bien emperifollada,
Una multitud de sufrimientos acumulándose rápidamente,
Enferma, y llena de egoísmo,
Inestable e impermanente!
Este esqueleto devorado por la vejez,
Presa de la enfermedad, débil y frágil;
Este cuerpo pútrido que se rompe en pedazos,
Toda esta vida, verdaderamente debe terminar en muerte.
Los seres sintientes son innumerables,
Prometo ayudarlos a todos;
Las aflicciones son inagotables,
Prometo finalizarlas todas;
Las formas de practicar son ilimitadas,
Prometo dominarlas todas;
La iluminación es insuperable,
Prometo lograrla.
Y ahora para terminar, queridos amigos, y para no confundirnos sobre los conceptos de que hemos hablado, déjenme contarles un pequeño relato que escuché en televisión, narrado por el Profesor Campbell en una de sus maravillosas charlas sobre el concepto de Dios. ¡Que lo disfruten!
Había una vez en la India un sadhak / discípulo que amaba mucho a su maestro. Un día cuando el discípulo-devoto se presentó como lo hacía asiduamente a su querido maestro, éste le dijo, “Hoy es el día que he escogido para que conozcas la Verdad, ya estás listo para realizarla”. Así que el discípulo escuchó atentamente y el maestro le dijo, “Tú eres Dios, ten presente que Dios es Uno y se manifiesta a través de todos nosotros. Medita todo el tiempo en eso”.
El discípulo quedó impresionado. Cuando salió de la presencia de su maestro, estaba listo para meditar y comprender la maravillosa declaración que él le había entregado. Así que se pasó meditando en eso, por días. Cuando creyó que ya tenía la Verdad internada y comprendida, fue a hablar con su maestro otra vez.
Salió a la calle muy contento y pensando, “Yo soy Dios, Yo soy Dios”, y de pronto se encontró en su camino con un gigantesco elefante que venia hacia él. El hombre que montaba el elefante le gritó diciendo, “¡Quítate del camino, quítate del camino!”.
El discípulo se dijo, “Yo soy Dios, el elefante es Dios, así que Dios no puede hacerle ningún daño a Dios mismo, y siguió caminando. Cuando llegó directamente delante del elefante, este lo cogió con su trompa y lo lanzó por el aire dejándolo todo destruido. Cuando se pudo levantar, a duras penas se dirigió a su maestro y este sorprendido le preguntó, “¿Qué te ha pasado?” y él le respondió, “Maestro, usted me dijo, que yo era Dios, que todos éramos Dios, así que cuando hoy salí a la calle y me encontré frente a frente con un elefante inmenso, me repetí a mí mismo lo que usted me enseñó, ‘yo soy Dios, el elefante es Dios’, y seguí caminando, pero, el elefante me cogió con su trompa y me lanzó por los aires”. El maestro le respondió, “Y por qué no escuchaste a Dios que te decía, ¡Quítate del camino, quítate del camino!