- Relato #2
- Caminatas
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- Le había dicho -
a las cinco en punto, en el mismo lugar - y eran las cuatro y cuarenta
y cinco, así que comencé a prepararme para mi caminata diaria poniéndome
los zapatos tenis y abriendo la ventana para darme cuenta de la temperatura
y ver si necesitaba una chaqueta. Estaba fresco, pero no necesitaba la
chaqueta, así que bajé las escaleras y cuando estaba cerrando la puerta me
la encontré allí mismo. Nos saludamos y comenzamos a caminar las cuatro
millas alrededor de nuestro vecindario; cuatro vueltas a la manzana, hubiera
dicho mi abuelita. Un bello paseo con árboles alrededor del grupo de casas
donde vivíamos, y que estaba diseñado para los que quisieran hacer sus
caminatas diarias o ejercicios.
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- Ella me preguntó
- ¿estás lista para seguir explicándome? Toda la noche no he hecho sino
pensar en lo que me hablaste ayer, mi vida no tiene objetivo. ¿Qué hago?
Quiero liberarme como tú dices, pero no sé hacerlo ni tampoco tengo las
fuerzas. Y mi familia está a punto de destruirse.
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- - Pues,
como íbamos diciendo, le dije, hay cuatro verdades de las que tienes que
estar muy conciente y comprenderlas, esto es imprescindible. Ellas son: que
el sufrimiento existe, que el sufrimiento surge del apego al deseo, que el
sufrimiento cesa cuando el apego al deseo cesa, y que la liberación del
sufrimiento es posible mediante la práctica del camino óctuplo. La
comprensión de estas verdades, nos guía a la práctica del camino que nos
saca de este conflicto. Ese camino (el Camino Óctuplo o el Camino Medio),
tiene un método (el método Chan diría yo), y ese método tiene una meta
– como dijo la Rev. Ming Zhen Shakya en el Capítulo 5 del Séptimo Mundo
del Budismo Chan, ‘Los Seis Mundos del Sámsara’ –
la cual es llegar a la cima de la montaña
a donde este camino se dirige, es decir, experimentar
la vida espontáneamente, sin prestarle atención a toda la información que
nos llega de los mandatos e interpretaciones del ego, ese ego del que te
hablé ayer. Esa es la meta, esa es la cumbre de la montaña.
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- Le miré a los
ojos, estaba llorando, yo sabía porque... así había llorado yo también...
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- Continué
diciendo - El primer paso en el Camino es el ‘Entendimiento
correcto'. El secreto descansa en comprender por qué hacemos lo que hacemos
y por qué somos como somos. Comenzamos por ordenar nuestros pensamientos. Y
ahí tenemos lo que yo llamo ‘el recuento mental’, ver la situación no
desde tu punto de vista, sino como realmente es. Es preguntarte, cuál es
realmente el problema sin mentirte a ti misma y encarando la situación. En
otras palabras es ver la verdad, juzgando el bien y el mal y otras nociones
necias como dice la Rev. Ming Zhen Shakya en su capítulo once del Séptimo
Mundo del Budismo Chan. Tal actitud, sabemos, es infantil, careciendo por lo
tanto de madurez – pero, ¿en qué punto cesamos de ser niños?
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- - ¡Pero si todo
lo que hago está bien hecho! - Protestó.
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- - ¿Estás
segura? - Le respondí.
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- Me has dicho que
te explique, que te ayude a salir de ese infierno en que te encuentras, pues
te repito de nuevo y como tú misma lo has dicho en otras palabras, “La
vida es amarga y dolorosa. Y a no ser que esta verdad sea comprendida... no
aceptada con fe, sino reconocida... no estudiada, sino testificada... no
asumida por la razón, sino verificada por la experiencia, absolutamente y
sin matices, a no ser que una persona sepa de pies a cabeza que la vida es
en verdad amarga y dolorosa, no será hasta entonces siquiera un candidato
para la liberación budista.
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- - Pues yo soy un
candidato, como tú dices, yo lo soy, ¡sí que lo soy! ¿Y cuál es el próximo
paso?
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- - Pues después
que has entendido, el segundo paso, que se llama el ‘Propósito
Correcto’, es hacer una resolución.
Una resolución o ‘propósito’ de salir de este atolladero en que nos
hemos metido nosotros mismos por la ignorancia y la confusión. ¿Y podemos
hacerlo? Sí que podemos. Entonces nos preguntamos, cómo, cómo salimos de
eso. Uno debe estar dispuesto a pagar cualquier costo de comodidad, o negación
propia, o esfuerzo, para alcanzar esa meta. ¡Imagínate... el liberarse del
sufrimiento! La gran meta. Y esa es la Tercera Noble Verdad de la que
hablamos anteriormente, la Verdad de que eliminado el deseo y la ignorancia
se terminan los sufrimientos.
- Nos habíamos
detenido y ella se encontraba de pie frente a mí, mirándome fijamente. No
sabía que decirle a esos ojos que me miraban... sonreí, nos reímos y nos
dimos un abrazo. Ya no había llanto en sus ojos, sino una esperanza.
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- Continuamos
caminado en silencio un gran trecho respirando el aire fresco y frío de
atardecer que nos rozaba las mejillas.
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- - Ella dijo - No
traje nada con que cubrirme, creo que en esta vuelta regreso a casa.
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- - Entonces le
dije, “antes de despedirnos quiero pienses en esto que te voy a decir. ¿Sabes
lo que significa la tolerancia?
- - Ella respondió
rápidamente, “si, aguantar los paquetes de los otros.
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- - La tolerancia,
le dije, es el respeto y la consideración hacia las opiniones y prácticas
de los demás. Me gustaría que pensaras en eso y en esto que te voy a decir
antes de llegar a tu casa. No quiero que me respondas ahora ni que me hagas
ningún comentario, solamente piensa en esto y la próxima vez que nos
encontremos hablaremos.
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- Entonces le repetí
lo que había dicho el Gran Maestro Hui-Neng, Sexto Patriarca del Budismo
Zen, algo que había impactado mi vida y que todavía seguía guiándome
momento a momento, “Aquellos
que practican la perfección de la tolerancia no ven las faltas de nadie,
miran a los amigos y a los enemigos como iguales, ninguno estando correcto y
ninguno estando errado. Cuando son injuriados por los otros, ellos lo
aceptan felizmente, incluso siendo más respetuosos. Aquellos que se
conducen de esta forma pueden lograr la perfección de la tolerancia.”
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- Alguien dijo, no
me acuerdo quien, “Si sueltas un poco, tendrás un poco de paz. Si sueltas
mucho, tendrás mucha paz. Si lo sueltas todo y lo dejas ir completamente,
tendrán la paz total”. Esa es la respuesta...
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- Ya habíamos
llegado al frente de su casa. Me dio las gracias y me recordó que teníamos
una cita mañana para caminar – “aprender”, dijo ella. Le respondí
que sí, que será un placer.
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- Cuando la dejé
en su casa me sentí en paz, esa Paz Divina que no se puede describir. Me
acordé de aquel proverbio de ‘No Ajahn Chah’ que decía, “La paz que
está dentro de uno mismo se encuentra en el mismo lugar donde está la
agitación y el sufrimiento. No se encuentra en el bosque o en la colina, ni
es dada por un maestro. Donde experimentas el sufrimiento, también puedes
encontrar la libertad del sufrimiento. Al tratar de huir del sufrimiento
actualmente te lanzas hacia él.” ¡Y yo estaba segura de eso!
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- Llegué a casa y
me puse a lavar los platos.
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- Rev. Yin Zhi
Shakya, OHY
- 27/01/2002
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